San Jose
Costa Rica
Secretary-General's Remarks at Inter-American Court of Human Rights [as prepared for delivery; scroll down for English version]
Statements | António Guterres, Secretary-General
Statements | António Guterres, Secretary-General
Me complace estar con ustedes para celebrar el 40o aniversario de esta importante corte regional.
Rindo homenaje a la labor de los magistrados de esta Corte, y a la tradición de derechos humanos que ustedes presiden.
Es lógico que esta corte de derechos humanos radique en San José. Costa Rica ha hecho del multilateralismo y el respeto al derecho internacional la base de su identidad nacional.
Doy las gracias a Costa Rica no solo por acoger la Corte, sino también por encarnar los principios fundamentales que este órgano representa.
En una parte del mundo largamente asolada por la violencia, el autoritarismo y la corrupción, Costa Rica se ha destacado siempre por su compromiso a los principios de la democracia, el estado de derecho, la paz y los derechos humanos.
Señoras y señores:
Este es un año de celebraciones históricas para las Américas.
Hace setenta años, se aprobó la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. Este fue el primer documento internacional de trascendencia en materia de derechos humanos.
Unos meses más tarde, se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, que hizo de los derechos humanos uno de los tres pilares de las Naciones Unidas, junto con la paz y el desarrollo.
Como en un tripié , cada uno de esos pilares es igualmente importante.
No puede haber desarrollo sin paz ni paz sin desarrollo, ni puede haber lo uno ni lo otro sin el pleno respeto de los derechos humanos.
Es por eso que la Corte es tan importante.
Hace cuarenta años, la Convención Americana sobre Derechos Humanos entró en vigor, lo que dio lugar al establecimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Durante las cuatro décadas de su existencia, la Corte ha estado a la vanguardia de la reforma constitucional, legislativa y en materia de políticas, en apoyo de los derechos humanos.
Ustedes promueven el cumplimiento por los Estados de las normas de derechos humanos, y hacen que los Estados rindan cuentas por las violaciones de esos derechos.
Ustedes proporcionan liderazgo moral, y actúan para eliminar las violaciones de los derechos humanos y castigar a quienes las perpetran.
Ustedes han dado recurso a miles de víctimas que han sufrido violaciones de derechos humanos.
Y ustedes han demostrado el carácter indispensable de los sistemas regionales de derechos humanos, incluso en contextos de conflicto social, donde las violaciones de esos derechos son generalizadas.
En el momento en que se estableció la Corte, en esta región predominaban los regímenes autoritarios. Las violaciones graves de los derechos humanos, incluidas las desapariciones forzadas y la tortura, eran comunes.
A pesar de haber surgido en un contexto tan poco propicio, el sistema interamericano de derechos humanos ha prosperado y ha ayudado a reducir las violaciones de los derechos humanos, ha hecho valer la rendición de cuentas y ha fortalecido las normas de derechos humanos.
La labor de la Corte y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos contribuyó de forma considerable a la oleada de democratización del continente.
En 1988, el fallo histórico en la causa Velásquez Rodríguez Vs. Honduras estableció la responsabilidad de los Estados de investigar, castigar y reparar las violaciones de los derechos humanos, como las desapariciones forzadas.
La Corte también ha contribuido a promover los derechos de los pueblos indígenas y las personas de ascendencia africana a la tierra, el territorio y los recursos naturales.
Más recientemente, la Corte se ha pronunciado sobre una amplia gama de problemas de derechos humanos, como el derecho a la nacionalidad, la responsabilidad del poder judicial y la elaboración de normas de diligencia debida en casos de violencia contra la mujer.
Sin embargo, a pesar de estos avances, los principios de los derechos humanos fundamentales siguen sometidos a prueba, no solo en América, sino en todas las regiones.
Vemos que la crítica es penalizada y que los defensores de los derechos humanos y los activistas ambientales son intimidados y asesinados.
Vemos intentos de socavar la independencia del poder judicial.
Vemos las negación de los derechos reproductivos de las mujeres.
Vemos a elementos racistas y xenófobos avivar deliberadamente las llamas del odio y la discriminación.
Vemos que las comunidades marginadas son discrimindas y excluidas del desarrollo y de las oportunidades, mientras crecen las desigualdades.
Esas acciones nos ponen en peligro a todos.
Es fundamental que los pueblos y sus dirigentes en todo el mundo renueven su compromiso de defender todos los derechos humanos: los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
Estos son los valores que sustentan nuestro anhelo de un mundo mejor, más seguro y más justo para todos, plasmado en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Señoras y señores:
América ha avanzado mucho desde los días sombríos de los años setenta y ochenta.
No obstante, algunas partes de esta región siguen afrontando grandes desafíos en materia de derechos humanos: la impunidad, la violencia generalizada y la inseguridad, la reducción del espacio democrático, las altas tasas de violencia por razón de género, la pobreza, la desigualdad y la discriminación.
La corrupción obstaculiza la capacidad del Estado para hacer frente a esos problemas y socava la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático.
Quienes soportan la carga de las violaciones de los derechos humanos son ante todo las personas que históricamente han sufrido la discriminación y la marginación: los niños, las mujeres, las comunidades indígenas, los afrodescendientes, los migrantes, los refugiados, los pobres de las zonas rurales, las personas con discapacidad y las personas lesbianas, gays , bisexuales, transgénero e intersexuales.
Esta Corte es su recurso. Este órgano ha dado resonancia a la voz de las víctimas y de las personas vulnerables.
Desempeña un papel indispensable en la promoción y la observancia de las reglas y normas de derechos humanos, y ha establecido parámetros esenciales que deben cumplir los tribunales nacionales.
Sin embargo, 40 años después de la creación de la Corte, varios Estados aún no reconocen su jurisdicción.
Incluso en Estados que la reconocen, vemos que se establecen precedentes peligrosos por fallos que no reconocen el carácter vinculante de las decisiones de este órgano.
También vemos a dirigentes políticos criticar los fundamentos mismos del sistema de derechos humanos.
Debemos superar la falsa dicotomía entre los derechos humanos y la soberanía nacional. Los derechos humanos y la soberanía nacional van de la mano.
La promoción de los derechos humanos fortalece a los Estados y las sociedades, con lo que refuerza la soberanía. Los mejores defensores de los derechos humanos son los Estados soberanos que funcionan bien.
Por ello, todos debemos mantenernos vigilantes.
La promoción y protección de los derechos humanos no pueden darse por jamás por garantizadas. La dignidad, la libertad y la seguridad de las personas están en juego.
Señoras y señores:
Hace un cuarto de siglo, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos apoyó los esfuerzos encaminados a aumentar la eficacia de los sistemas regionales de derechos humanos y destacó la importancia de la cooperación con el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas.
Estoy aquí para afirmar que las Naciones Unidas seguirá trabajando para apoyar los esfuerzos que ustedes realizan.
Al celebrar la historia de esta Corte, y el 70 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, no debemos olvidar que los derechos humanos son mucho más que meras palabras.
Son los cimientos de nuestro progreso como pueblos, y son indispensables para la paz y el desarrollo. Requieren implementación, especialmente en la vida diaria de las personas más pobres y marginadas.
Los derechos humanos son nuestra responsabilidad colectiva y todos tenemos un papel que desempeñar en su preservación y promoción.
En el 40 aniversario de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, recordemos que no puede haber prosperidad sostenible a menos que todos puedan beneficiarse de ella.
No puede haber paz duradera sin justicia y sin respeto de los derechos humanos.
Encomiendo los esfuerzos de esta Corte y los exhorto a mantenerse vigilantes y decididos a proteger y promover los derechos humanos en todo el continente americano.
Muchas gracias.
I am pleased to be with you to celebrate the 40th anniversary of this important regional court.
I honour the work of the judges of the Court, and the tradition of human rights that you preside over.
It is fitting that this human rights court is based here in San José. Costa Rica has made multilateralism and respect for international law cornerstones of its national identity.
I thank Costa Rica not only for hosting the Court, but for embodying the key principles it represents.
In a part of the world beset for so long by violence, authoritarianism and corruption, Costa Rica has consistently stood out for its commitment to the principles of democracy, rule of law, peace and human rights.
Ladies and gentlemen,
This is a year of landmark celebrations for the Americas.
Seventy years ago, the American Declaration of the Rights and Duties of Man was adopted. It was the first major international document on human rights.
The Universal Declaration of Human Rights was adopted a few months later, making human rights one of the three pillars of the United Nations, along with peace and development.
Just as with a three-legged stool, each pillar is equally important.
You cannot have development without peace, or peace without development, and you can have neither without full respect for human rights.
That is why this Court is so important.
Forty years ago, the American Convention on Human Rights entered into force, leading to the establishment of the Inter-American Court of Human Rights.
Over the four decades of its existence the Court has pioneered constitutional, legislative and policy reform in support of human rights.
You promote States’ compliance with human rights norms and hold them responsible for violations.
You provide moral leadership and act against human rights abuses and those who perpetrate them.
You have given recourse to thousands of victims who have endured human rights violations.
And you have shown the indispensability of regional human rights systems, even in contexts of social conflict where violations are widespread.
At the time of the Court’s establishment, authoritarian regimes were predominant in the region. Gross human rights violations were common, including enforced disappearances and torture.
Against this inhospitable background, the inter-American human rights system has prospered, helping to reduce human rights violations, enforce accountability and strengthen human rights standards.
The work of the Court and the Inter-American Commission on Human Rights thus contributed significantly to the wave of democratization in the Americas.
In 1988, the landmark ruling in the case Velasquez Rodriguez vs. Honduras established the responsibility of States to investigate, sanction and provide redress for human rights violations such as enforced disappearances.
The Court has also contributed to the advancement of the rights of indigenous peoples and people of African descent to land, territory and natural resources.
And more recently, the Court has ruled on a broad range of human rights challenges, such as the right to nationality, the responsibility of the judiciary and the development of due diligence standards in cases of violence against women.
Yet, despite these advances, the principles of fundamental human rights are still being tested – not just in the Americas but in all regions.
We see criticism being criminalized, and human rights defenders and environmental activists intimidated and being killed.
We see attempts to undermine the independence of the judiciary.
We see women denied reproductive rights.
We see racists and xenophobes deliberately inflaming hatred and discrimination.
We see marginalized communities discriminated against and excluded from development and opportunities while inequalities grow.
These actions endanger us all.
It is imperative that people and their leaders everywhere recommit to and stand up for all human rights – civil, political, economic, social and cultural.
These are the values that underpin our aspirations for a fairer, safer and better world for all, encapsulated by the 2030 Agenda for Sustainable Development.
Ladies and gentlemen,
The Americas have come a long way from dark days of the 1970s and 80s.
But, some parts of the region still face significant human rights challenges -- impunity, widespread violence and insecurity, reduced democratic space, high rates of gender-based violence, poverty, inequality and discrimination.
Corruption hampers the State’s ability to address these challenges, and undermines citizens’ trust in the democratic system.
Those carrying the burden of human rights violations are predominantly the people who suffer historically from discrimination and marginalization – children, women, indigenous communities, people of African descent, migrants, refugees, the rural poor, persons with disabilities and the LGBTI community.
This Court is their recourse. It has amplified the voice of victims and the vulnerable.
It has an indispensable role in advancing and enforcing human rights norms and standards, and it has established essential benchmarks for domestic courts to meet.
Yet, 40 years from the Court’s establishment, a number of States have yet to recognize its jurisdiction.
Even in States that recognize the Court, we see dangerous precedents being opened by rulings which fail to recognize the Court’s decisions as binding.
We are also seeing political leaders criticizing the very foundations of the human rights system.
We must overcome the false dichotomy between human rights and national sovereignty. Human rights and national sovereignty go hand-in-hand.
The promotion of human rights strengthens States and societies, thereby reinforcing sovereignty. And the best defenders of human rights are well-functioning sovereign States.
That is why we must all remain vigilant.
The promotion and protection of human rights can never be taken for granted. The dignity, freedom and safety of people are at stake.
Ladies and gentlemen,
A quarter-century ago, the World Conference on Human Rights endorsed efforts to increase the effectiveness of regional human rights systems and stressed the importance of cooperation with the UN human rights system.
I am here to affirm that the United Nations will continue working to support your efforts.
As we celebrate the history of this court—and the 70th anniversary of the Universal Declaration of Human Rights -- we must never forget that human rights are more than just words.
They are the foundations of our progress as a people, indispensable for peace and development. They demand to be put into practice, especially in the daily lives of the poorest and most marginalized.
Human rights are our collective responsibility and everyone has a role to play in preserving and promoting them.
As we celebrate four decades of the Inter-American Court of Human Rights, let us remember that there can be no sustainable prosperity unless all can benefit.
And there can be no durable peace without justice and respect for human rights.
I commend the efforts of this Court and urge you to remain vigilant and committed to the protection and promotion of human rights throughout the Americas
Thank you.
Rindo homenaje a la labor de los magistrados de esta Corte, y a la tradición de derechos humanos que ustedes presiden.
Es lógico que esta corte de derechos humanos radique en San José. Costa Rica ha hecho del multilateralismo y el respeto al derecho internacional la base de su identidad nacional.
Doy las gracias a Costa Rica no solo por acoger la Corte, sino también por encarnar los principios fundamentales que este órgano representa.
En una parte del mundo largamente asolada por la violencia, el autoritarismo y la corrupción, Costa Rica se ha destacado siempre por su compromiso a los principios de la democracia, el estado de derecho, la paz y los derechos humanos.
Señoras y señores:
Este es un año de celebraciones históricas para las Américas.
Hace setenta años, se aprobó la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. Este fue el primer documento internacional de trascendencia en materia de derechos humanos.
Unos meses más tarde, se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, que hizo de los derechos humanos uno de los tres pilares de las Naciones Unidas, junto con la paz y el desarrollo.
Como en un tripié , cada uno de esos pilares es igualmente importante.
No puede haber desarrollo sin paz ni paz sin desarrollo, ni puede haber lo uno ni lo otro sin el pleno respeto de los derechos humanos.
Es por eso que la Corte es tan importante.
Hace cuarenta años, la Convención Americana sobre Derechos Humanos entró en vigor, lo que dio lugar al establecimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Durante las cuatro décadas de su existencia, la Corte ha estado a la vanguardia de la reforma constitucional, legislativa y en materia de políticas, en apoyo de los derechos humanos.
Ustedes promueven el cumplimiento por los Estados de las normas de derechos humanos, y hacen que los Estados rindan cuentas por las violaciones de esos derechos.
Ustedes proporcionan liderazgo moral, y actúan para eliminar las violaciones de los derechos humanos y castigar a quienes las perpetran.
Ustedes han dado recurso a miles de víctimas que han sufrido violaciones de derechos humanos.
Y ustedes han demostrado el carácter indispensable de los sistemas regionales de derechos humanos, incluso en contextos de conflicto social, donde las violaciones de esos derechos son generalizadas.
En el momento en que se estableció la Corte, en esta región predominaban los regímenes autoritarios. Las violaciones graves de los derechos humanos, incluidas las desapariciones forzadas y la tortura, eran comunes.
A pesar de haber surgido en un contexto tan poco propicio, el sistema interamericano de derechos humanos ha prosperado y ha ayudado a reducir las violaciones de los derechos humanos, ha hecho valer la rendición de cuentas y ha fortalecido las normas de derechos humanos.
La labor de la Corte y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos contribuyó de forma considerable a la oleada de democratización del continente.
En 1988, el fallo histórico en la causa Velásquez Rodríguez Vs. Honduras estableció la responsabilidad de los Estados de investigar, castigar y reparar las violaciones de los derechos humanos, como las desapariciones forzadas.
La Corte también ha contribuido a promover los derechos de los pueblos indígenas y las personas de ascendencia africana a la tierra, el territorio y los recursos naturales.
Más recientemente, la Corte se ha pronunciado sobre una amplia gama de problemas de derechos humanos, como el derecho a la nacionalidad, la responsabilidad del poder judicial y la elaboración de normas de diligencia debida en casos de violencia contra la mujer.
Sin embargo, a pesar de estos avances, los principios de los derechos humanos fundamentales siguen sometidos a prueba, no solo en América, sino en todas las regiones.
Vemos que la crítica es penalizada y que los defensores de los derechos humanos y los activistas ambientales son intimidados y asesinados.
Vemos intentos de socavar la independencia del poder judicial.
Vemos las negación de los derechos reproductivos de las mujeres.
Vemos a elementos racistas y xenófobos avivar deliberadamente las llamas del odio y la discriminación.
Vemos que las comunidades marginadas son discrimindas y excluidas del desarrollo y de las oportunidades, mientras crecen las desigualdades.
Esas acciones nos ponen en peligro a todos.
Es fundamental que los pueblos y sus dirigentes en todo el mundo renueven su compromiso de defender todos los derechos humanos: los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
Estos son los valores que sustentan nuestro anhelo de un mundo mejor, más seguro y más justo para todos, plasmado en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Señoras y señores:
América ha avanzado mucho desde los días sombríos de los años setenta y ochenta.
No obstante, algunas partes de esta región siguen afrontando grandes desafíos en materia de derechos humanos: la impunidad, la violencia generalizada y la inseguridad, la reducción del espacio democrático, las altas tasas de violencia por razón de género, la pobreza, la desigualdad y la discriminación.
La corrupción obstaculiza la capacidad del Estado para hacer frente a esos problemas y socava la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático.
Quienes soportan la carga de las violaciones de los derechos humanos son ante todo las personas que históricamente han sufrido la discriminación y la marginación: los niños, las mujeres, las comunidades indígenas, los afrodescendientes, los migrantes, los refugiados, los pobres de las zonas rurales, las personas con discapacidad y las personas lesbianas, gays , bisexuales, transgénero e intersexuales.
Esta Corte es su recurso. Este órgano ha dado resonancia a la voz de las víctimas y de las personas vulnerables.
Desempeña un papel indispensable en la promoción y la observancia de las reglas y normas de derechos humanos, y ha establecido parámetros esenciales que deben cumplir los tribunales nacionales.
Sin embargo, 40 años después de la creación de la Corte, varios Estados aún no reconocen su jurisdicción.
Incluso en Estados que la reconocen, vemos que se establecen precedentes peligrosos por fallos que no reconocen el carácter vinculante de las decisiones de este órgano.
También vemos a dirigentes políticos criticar los fundamentos mismos del sistema de derechos humanos.
Debemos superar la falsa dicotomía entre los derechos humanos y la soberanía nacional. Los derechos humanos y la soberanía nacional van de la mano.
La promoción de los derechos humanos fortalece a los Estados y las sociedades, con lo que refuerza la soberanía. Los mejores defensores de los derechos humanos son los Estados soberanos que funcionan bien.
Por ello, todos debemos mantenernos vigilantes.
La promoción y protección de los derechos humanos no pueden darse por jamás por garantizadas. La dignidad, la libertad y la seguridad de las personas están en juego.
Señoras y señores:
Hace un cuarto de siglo, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos apoyó los esfuerzos encaminados a aumentar la eficacia de los sistemas regionales de derechos humanos y destacó la importancia de la cooperación con el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas.
Estoy aquí para afirmar que las Naciones Unidas seguirá trabajando para apoyar los esfuerzos que ustedes realizan.
Al celebrar la historia de esta Corte, y el 70 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, no debemos olvidar que los derechos humanos son mucho más que meras palabras.
Son los cimientos de nuestro progreso como pueblos, y son indispensables para la paz y el desarrollo. Requieren implementación, especialmente en la vida diaria de las personas más pobres y marginadas.
Los derechos humanos son nuestra responsabilidad colectiva y todos tenemos un papel que desempeñar en su preservación y promoción.
En el 40 aniversario de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, recordemos que no puede haber prosperidad sostenible a menos que todos puedan beneficiarse de ella.
No puede haber paz duradera sin justicia y sin respeto de los derechos humanos.
Encomiendo los esfuerzos de esta Corte y los exhorto a mantenerse vigilantes y decididos a proteger y promover los derechos humanos en todo el continente americano.
Muchas gracias.
I am pleased to be with you to celebrate the 40th anniversary of this important regional court.
I honour the work of the judges of the Court, and the tradition of human rights that you preside over.
It is fitting that this human rights court is based here in San José. Costa Rica has made multilateralism and respect for international law cornerstones of its national identity.
I thank Costa Rica not only for hosting the Court, but for embodying the key principles it represents.
In a part of the world beset for so long by violence, authoritarianism and corruption, Costa Rica has consistently stood out for its commitment to the principles of democracy, rule of law, peace and human rights.
Ladies and gentlemen,
This is a year of landmark celebrations for the Americas.
Seventy years ago, the American Declaration of the Rights and Duties of Man was adopted. It was the first major international document on human rights.
The Universal Declaration of Human Rights was adopted a few months later, making human rights one of the three pillars of the United Nations, along with peace and development.
Just as with a three-legged stool, each pillar is equally important.
You cannot have development without peace, or peace without development, and you can have neither without full respect for human rights.
That is why this Court is so important.
Forty years ago, the American Convention on Human Rights entered into force, leading to the establishment of the Inter-American Court of Human Rights.
Over the four decades of its existence the Court has pioneered constitutional, legislative and policy reform in support of human rights.
You promote States’ compliance with human rights norms and hold them responsible for violations.
You provide moral leadership and act against human rights abuses and those who perpetrate them.
You have given recourse to thousands of victims who have endured human rights violations.
And you have shown the indispensability of regional human rights systems, even in contexts of social conflict where violations are widespread.
At the time of the Court’s establishment, authoritarian regimes were predominant in the region. Gross human rights violations were common, including enforced disappearances and torture.
Against this inhospitable background, the inter-American human rights system has prospered, helping to reduce human rights violations, enforce accountability and strengthen human rights standards.
The work of the Court and the Inter-American Commission on Human Rights thus contributed significantly to the wave of democratization in the Americas.
In 1988, the landmark ruling in the case Velasquez Rodriguez vs. Honduras established the responsibility of States to investigate, sanction and provide redress for human rights violations such as enforced disappearances.
The Court has also contributed to the advancement of the rights of indigenous peoples and people of African descent to land, territory and natural resources.
And more recently, the Court has ruled on a broad range of human rights challenges, such as the right to nationality, the responsibility of the judiciary and the development of due diligence standards in cases of violence against women.
Yet, despite these advances, the principles of fundamental human rights are still being tested – not just in the Americas but in all regions.
We see criticism being criminalized, and human rights defenders and environmental activists intimidated and being killed.
We see attempts to undermine the independence of the judiciary.
We see women denied reproductive rights.
We see racists and xenophobes deliberately inflaming hatred and discrimination.
We see marginalized communities discriminated against and excluded from development and opportunities while inequalities grow.
These actions endanger us all.
It is imperative that people and their leaders everywhere recommit to and stand up for all human rights – civil, political, economic, social and cultural.
These are the values that underpin our aspirations for a fairer, safer and better world for all, encapsulated by the 2030 Agenda for Sustainable Development.
Ladies and gentlemen,
The Americas have come a long way from dark days of the 1970s and 80s.
But, some parts of the region still face significant human rights challenges -- impunity, widespread violence and insecurity, reduced democratic space, high rates of gender-based violence, poverty, inequality and discrimination.
Corruption hampers the State’s ability to address these challenges, and undermines citizens’ trust in the democratic system.
Those carrying the burden of human rights violations are predominantly the people who suffer historically from discrimination and marginalization – children, women, indigenous communities, people of African descent, migrants, refugees, the rural poor, persons with disabilities and the LGBTI community.
This Court is their recourse. It has amplified the voice of victims and the vulnerable.
It has an indispensable role in advancing and enforcing human rights norms and standards, and it has established essential benchmarks for domestic courts to meet.
Yet, 40 years from the Court’s establishment, a number of States have yet to recognize its jurisdiction.
Even in States that recognize the Court, we see dangerous precedents being opened by rulings which fail to recognize the Court’s decisions as binding.
We are also seeing political leaders criticizing the very foundations of the human rights system.
We must overcome the false dichotomy between human rights and national sovereignty. Human rights and national sovereignty go hand-in-hand.
The promotion of human rights strengthens States and societies, thereby reinforcing sovereignty. And the best defenders of human rights are well-functioning sovereign States.
That is why we must all remain vigilant.
The promotion and protection of human rights can never be taken for granted. The dignity, freedom and safety of people are at stake.
Ladies and gentlemen,
A quarter-century ago, the World Conference on Human Rights endorsed efforts to increase the effectiveness of regional human rights systems and stressed the importance of cooperation with the UN human rights system.
I am here to affirm that the United Nations will continue working to support your efforts.
As we celebrate the history of this court—and the 70th anniversary of the Universal Declaration of Human Rights -- we must never forget that human rights are more than just words.
They are the foundations of our progress as a people, indispensable for peace and development. They demand to be put into practice, especially in the daily lives of the poorest and most marginalized.
Human rights are our collective responsibility and everyone has a role to play in preserving and promoting them.
As we celebrate four decades of the Inter-American Court of Human Rights, let us remember that there can be no sustainable prosperity unless all can benefit.
And there can be no durable peace without justice and respect for human rights.
I commend the efforts of this Court and urge you to remain vigilant and committed to the protection and promotion of human rights throughout the Americas
Thank you.